La importancia de la palabra como herramienta para entendernos a nosotros mismos y la sociedad en la que vivimos
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Me gustaría empezar estableciendo la importancia de la palabra a la hora de formar nuestro pensamiento. Para esto me gustaría citar a Aristóteles, dado que es uno de los fundadores del pensamiento occidental que todos hemos heredado. En su Organon, en el texto segundo, el cual trata sobre la relación entre la lógica y el lenguaje, el filósofo dice:
Las palabras habladas son símbolos de experiencias mentales y las palabras escritas son símbolos de las palabras habladas. Igual que no todos los hombres tienen la misma escritura no todos los hombres tiene la misma lengua, pero las experiencias mentales, de las que las palabras son símbolos directos, son las mismas para todos como lo son aquellas cosas de las que nuestras experiencias son las imágenes.
A priori esto puede parecer algo difícil de entender, pero es muy sencillo. Los que esto quiere decir es que, cuando le damos un nombre a algo, digamos un gato, cuando decimos la palabra ‘gato’ nos viene a la mente la imagen de un gato: un animal pequeño y peludo con cuatro patas y un rabo, también nos viene a la mente la gatunidad del gato: le gusta el pescado, es un animal independiente, etc. En español llamamos a este animal ‘gato’ para diferenciarlo de, por ejemplo, un ‘perro’, que también podría ser un animal pequeño peludo con cuatro patas y un rabo… En inglés a lo que llamamos ‘gato’ le decimo ‘cat’, y, aunque sean símbolos escritos y hablados diferentes, la imagen que nos traen a la cabeza y la realidad a la que apuntan es la misma, ese animal pequeño y peludo que llamamos gato.
Lo que establecemos con esto es que necesitamos la palabra ‘gato’, o cualquier otra que pudiésemos usar para definir lo que es un gato, para poder pensar sobre un gato y para poder comunicarle a otra persona, por ejemplo, que hemos visto al gato que se le había perdido.
Esto nos hace entender que las palabras son indicaciones de una realidad. Esta realidad puede ser algo físico o algo abstracto, por ejemplo una idea o sentimiento. Podríamos decir que cuanto más amplio sea nuestro vocabulario mayores serán nuestras posibilidades de pensar sobre estas cosas. Es por esto que decimos que la lengua, que se forma de palabras, es la base de nuestro pensamiento, puesto que son indicaciones de realidades que conocemos.
Ahora que hemos establecido la conexión entre el pensamiento y la palabra me gustaría mirar al Corán, en particular al ayat en el que Allah dice:
Y Le enseñó a Adam el nombre de todas las cosas (Corán, 2:36)
Este ayat o versículo del Corán nos muestra, desde un perspectiva diferente, la importancia de la palabra como indicativo de una realidad. Me gustaría contextualizarlo para que podamos entender mejor su importancia en el contexto del tema que estamos tratando.
En los versículos previos a este Allah le dice a los ángeles que va a poner un Jalifa suyo en la tierra, a lo que los ángeles le responden que por qué va a hacer tal cosa sabiendo como sabe que este extenderá la corrupción en ella. Nosotros te glorificamos de forma perfecta. A lo que Allah responde: “Yo sé lo que vosotros no sabéis”.
Entonces Allah creó a Adam de barro. Y dice el Corán: “Y le enseñó el nombre de todas las cosas”. Cuando decimos ‘todas las cosas’ se refiere a que puso en su corazón la capacidad de dar nombre a todo lo que le rodeaba, por lo tanto de diferenciar, de discernir. También que le enseñó los atributos por los que conocer a su Creador.
Y luego les dijo a los ángeles: “Decidme el nombre de estas cosas” Y los ángeles dijeron: “Exaltado Seas. Nosotros sabemos solo lo que Tú no has enseñado”.
A continuación de esto Allah le dijo a Adam que les dijese el nombre de estas cosas, lo cual él hizo. Al hacerlo Allah ordenó a los ángeles que se postraran ante Adam, indicando de esta manera que lo había preferido y le había enseñado lo que ellos no sabían.
No quiero entrar en más en detalle acerca de este episodio mencionando en el Corán puesto que no es el propósito de esta charla, sino que me gustaría resaltar algunos aspectos que podemos deducir de esta historia.
El primero es que Dios prefirió a Adam sobre lo ángeles y le enseñó el nombre de todas las cosas, es decir, le enseñó a dar nombre a la realidad a su alrededor. A darle a cada cosa un nombre que indicaba un realidad, como veíamos al principio.
Al hacer esto le estaba dando un parte de Su conocimiento el cual, si era bien usado, podía elevarlo por encima de lo ángeles puesto que a través de ese conocimiento podía conocerse a sí mismo, a raíz de darle nombre a la existencia a su alrededor, y por tanto tener acceso a la Realidad.
He querido poner estos dos ejemplos para ilustrar la importancia que tiene la lengua, o la palabra y su significado, tanto en la tradición occidental de pensamiento como en el Islam.
Así mismo vemos que ambas cosas no son tan lejanas la una de la otra y mucho menos incompatibles.
Ahora que hemos establecido esto me gustaría hablar de la importancia de las palabras para construir nuestra identidad y para explicar el mundo que no rodea.
Bueno, como decía, y después de este breve paréntesis, de lo que realmente quiero hablar, y lo que he dicho hasta ahora, está relacionado con nuestra situación actual, la mía y la vuestra. Porque yo soy musulmán, pero como humano me enfrento, probablemente, a muchas de las mismas preguntas a las que os enfrentáis todos vosotros. Y es más, soy europeo, por lo que mi herencia cultural es, por un lado, la misma que la vuestra.
Una de estas preguntas, y que es algo que probablemente tengamos que ir descifrando a lo largo de nuestras vidas, tiene que ver con quiénes somos. Quién soy yo, tú, él, y qué define esto. Es decir, nuestra identidad individual.
No quiero entrar en detalle de todos los factora que entran en juego cuando hablamos de la composición de la identidad individual y colectiva, sino de la importancia de las palabras y de las realidades que indican a la hora de formar esa identidad.
El concepto de identidad es motivo de estudio en casi todas las disciplinas que tratan las humanidades, tal y como puede ser psicología, filosofía, antropología y otras. Pero para continuar con nuestro argumento definamos ‘identidad’, de una forma muy simplista, como por un lado “aquello que creemos que nos hace únicos” y por otros “aquello que creemos que nos une al grupo”. La unión de estas dos cosas, aparentemente contradictorias, es lo que nos da una consciencia de identidad que se muestra en las acciones que llevamos a cabo.
Esta es una definición simplista del término, pero nos será útil para ilustrar la importancia de la palabra a la hora de construir esta identidad.
Por un lado tenemos “aquello que creemos que nos hace únicos”, es decir, desde que nacemos acumulamos experiencias que se convierten en recuerdos. Recuerdos de personas, situaciones, sensaciones, lugares y cosas o de todo esto junto. Estos recuerdos, grabados en nuestro subconsciente, darán lugar a la forma en la que respondemos a los estímulos externos o internos. Por poner dos ejemplos muy básicos. Si cuando éramos pequeños nos reglaron una bicicleta y aprendimos a usarla y la disfrutamos, cuando pasen los años, a pesar de que no hayamos vuelto a usar una, es probable que al ver una la sensación que nos dé sea buena, y si fuese el caso compraríamos una nuestro hijo. En cambio si fuese al contrario, si cuando éramos pequeños tuvimos un accidente en bici es probable que seamos reacios a comprar una a nuestro hijo.
Es decir, que la forma en la que actuamos, y que al final es lo que define quién somos, está ligada a nuestra recolección de experiencias.
Por otro lado esta “aquello que creemos que nos une al grupo”, es decir, los rasgos comunes que compartimos con otros seres humanos, ya sea porque somos de la misma tierra, hablamos la misma legua, compartimos las misma inquietudes intelectuales, o, simplemente, porque nos gusta el mismo equipo de futbol.
Estas dos cosas son, no las únicas, pero sí de las más importantes a la hora de definir nuestra identidad. Y ¿qué papel juega el significado de las palabras en esto? Pues crucial.
A la hora de definir nuestra existencia de la cual extraemos experiencias la palabra es lo que nos ayuda a definir qué es qué. Nuestra memoria se compone de recuerdos que hemos acumulado y los cuales hemos entendido a través de la palabra. A través de la palabra y del significado que le damos buscamos sentido a nuestra vida.
Por ejemplo, miramos a nuestro alrededor. Tenemos una familia, tenemos amigos, estamos estudiando esto o aquello, o trabajando, pero necesitamos la palabra ‘familia’, ‘amigo’, ‘estudio’ o ‘trabajo’ para referirnos cada cosa y poder pensar sobre ellas. Esas palabras indican una realidad de nuestras vidas. Sin un término para definirlas esas realidades probablemente existirían, pero no sabríamos como separa unas de otras. Sabemos que nuestro padre es familia porque entendemos por ‘familia’ aquellos que tiene un vínculo de sangre con nosotros y entendemos como ‘amigo’ aquella persona que tiene una relación con la que compartimos algo sin ser ‘familia’. Tu padre puede ser tu ‘familia’ y tu ‘amigo’, pero si no tuviésemos ni la palabra ‘familia’ ni ‘amigo’ entonces tu padres sería un todo que incluiría las dos. Si esto fuese así entonces podríamos confundir a nuestro amigo que no es nuestro padre creyendo que es familia y a nuestro padre creyendo que es un simple amigo.
La palabra nos da discernimiento, no hace capaces de referirnos a las cosas que nos rodean y no confundirlas. Esto es muy importante a la hora de construir nuestra identidad personal.
El segundo caso, el de la identidad como pertenencia al grupo, es más fácil de entender. Y veréis que nos conduce al último punto de mi exposición y que quizás sea el más relevante en el momento actual.
Tenemos la sensación de que pertenecemos a un grupo porque sentimos que compartimos una serie de elementos comunes con el resto de miembros de ese grupo. Como hemos dicho antes estos pueden ser de una amplia variedad, desde un ideal común como sería el ser ‘español’ o ‘americano’ a ser seguidores de un mismo club de futbol. En este caso, para compartir esos elementos comunes, necesitamos nombrarlos para que así el resto de miembros sepan a qué nos referimos y podamos saber si realmente compartimos estos rasgos.
Pongamos un ejemplo no muy lejano. Durante la guerra fría, que surge del resultado de la división bipolar del mundo después de la Segunda Guerra Mundial, en occidente nos referíamos al ‘enemigo’ (entre comillas) como ‘comunistas’ o ‘socialistas’. Es decir, por esos términos entendíamos una forma de organizar la sociedad que era diferente a la nuestra, en teoría, a la cual culpábamos de ciertos sucesos que nos perjudicaban. El definir a los ‘otros’ como ‘comunistas’ ante los que nos debíamos proteger daba a occidente una sensación de unidad ya que defendía unos ideales comunes y se protegía contra unos peligros determinados implicados en esa palabra. Y lo mismo sucedía en la República Soviética y el resto de países aliados a ella con el término ‘capitalista’.
La reproducción de estas palabras de formar conjunta llegó a tal punto que en Occidente ser comunista era sinónimo de enemigo. Asociamos estas dos palabras de tal manera que ya no nos hacía falta ponerlas juntas sino que una era sinónimo de la otra.
Lo que aquí vemos es que la posibilidad de comunicarnos con otros seres humanos nombrando aquello que nos rodea de una forma específica por la que todos entendemos el mismo significado, o significados que indica, es absolutamente esencial a la hora de construir esa conciencia colectiva de identidad.
Habiendo dicho esto ahora podemos entender cómo el uso de ciertas palabras y los significados que conllevan, o que se le asocian, pueden cambiar la forma en la que pensamos, la formar en la que describimos quiénes somos y con qué grupo humano nos identificamos.
Ahora pasemos al presente y analicemos brevemente la situación en la que nos encontramos.
Todos estamos sometidos a una avalancha de información constante, ya sea por el ordenador, la televisión, los medios impresos o el teléfono. Todos estos medios usan la palabra para transmitirnos su mensaje, algunos de forma oral y otros escrita. Cada medio, cada creador de contenido a través de la palabra, ya sean noticias, artículos, series, películas, periódicos, etc. va a reflejar la mentalidad de la persona o el grupo de persona que lo crean. Van a indicarnos la realidad tal y como ellos la entienden y nosotros vamos a estar influenciados por esa realidad, puesto que consciente o inconscientemente vamos a percibir la sutilizas de las palabras que utilicen para referirse depende de a qué cosas.
Empecemos por un ejemplo mundano. Encendemos nuestro ordenador, o desbloquemos nuestro móvil (porque dudo que alguien lo apague en algún momento…) y entramos en Facebook. Vemos que un amigo ha compartido un artículo que se titula “Diez consejos fáciles para conseguir la felicidad”. Y lo leemos. En ese artículo leemos que hay que vivir sin estrés, que hay que procurar ayudar a los demás, etc. ¿Qué está sucediendo realmente? Pues que consciente o inconscientemente estamos viéndonos afectado por la percepción que la persona que ha escrito ese artículo tiene de lo que es la felicidad. Es decir, estamos dejando que esa persona defina lo que la felicidad es para nosotros al decirnos como podemos conseguirla, porque tal y como lo explica nos ayuda a conseguir ‘su’ idea de felicidad. ¿El resultado? Pues que la próxima vez que pensemos si somos felices, quizás de forma inconsciente, haremos referencia a si hemos llevado a cabo eso ‘diez consejos fáciles’ o no.
Con esto no quiero decir que no leamos nada de esto o cualquier otra cosa, sino que hemos de ser absolutamente conscientes de que al leer, al escuchar o cualquier otra formar en la que recibamos un mensaje, estamos exponiéndonos a la forma de entender la vida, la existencia, del autor de ese mensaje.
Otro ejemplo que me lleva a mi último punto.
Igual que hemos entrado en Facebook y hemos leído ese artículo ahora hacemos click en otro. En este caso el titular es “Musulmanes radicales matan a doce personas en Francia”. O pongamos que es “Se reclutan yihadistas en las mezquitas de Europa”. Creo que esto lo hemos escuchado o leído todos últimamente. Entonces ¿qué está pasando? Se están asociando una serie de términos tales como ‘mezquita’, ‘musulmanes’ o Islam a otros que nada tienen que ver con esto tales como ‘terroristas’, ‘muerte’ o ‘caos’.
Sin que nos demos cuenta empezamos a identificar la palabra ‘mezquita’, la palabra ‘islam’ con término como ‘muerte’ o ‘terror’. ¿Por qué? Porque estamos dejando que definan lo que significa ese término para nosotros sin nosotros tener el discurso o la conciencia para poder cambiar esto.
¿Cómo conseguimos este discurso? Pues conociendo a musulmanes, preguntándoles a ellos, investigando sobre el Islam. Si no hacemos esto estaremos dejando que definan nuestra identidad, que definan quiénes somos puesto que estaremos dejando en manos de otros el describir y entender el mundo que nos rodea. Y esto es así tanto para musulmanes como para los que no lo son.
(NOTA IMPORTANTE: El final de la charla en el vídeo es mucho más elaborado e interesante dado que mucho fue improvisado, si has llegado hasta aquí te recomiendo que lo veas (vídeo 3, a partir del minuto 10)).
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