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Jutba pronunciado en la Mezquita Mayor de Granada el 28 de junio de 2019.
Allah dice en el Corán:
Ellas son un vestido para vosotros y vosotros sois un vestido para ellas. (2:187)
Saidina Ali, que Allah lo tenga en su misericordia, dijo que uno de los nombres por los que Allah llama al Profeta, que la paz sea con él, en el Corán, es “el que se envuelve en el manto”, este es también el nombre de uno de los Suras del Corán. El siguiente Sura, se llama “El arropado” y también se refiere al Profeta, que la paz sea con él.
En un Hadiz transmitido por Aisha se nos relata que tras un periodo de retiro en la cueva de Hira, el Ángel Yibril fue al Profeta, que la paz sea con él, y los primeros versos del Corán fueron revelados: “Recita/lee, en el nombre de tú Señor que te ha creado”. Después de este encuentro, el Profeta volvió a su casa con el corazón sobrecogido y lleno de temor y le dijo a Jadiya: “Arrópame, arrópame”. A esta primera revelación le sucedió un intervalo de tiempo en el que el Profeta, que la paz sea con él, no recibió ninguna revelación, hasta que un día, mientras caminaba, el Profeta, que Allah le dé Su gracia y paz, oyó una voz desde lo alto y al levantar la cabeza encontró a Yibril sentado entre el cielo y la tierra y una vez más corrió hacia su casa sobrecogido y en estado de temor y excitación y volvió a pedir a Jadiya que lo tapara.
Después de esto, el Profeta, que la paz sea con él, preguntó a Jadiya: “¿Qué me pasa?”. Y le contó lo que le había sucedido y dijo: “Temo por mi alma”. El Profeta, que la paz sea con él, temía haber perdido el juicio. Jadiya le dijo: “¡Nunca! Por Allah, Allah nunca te desgraciará. Mantienes buenas relaciones con tus parientes, dices la verdad, ayudas a los pobres y los destituidos, tratas a tus huéspedes con generosidad y ayudas a quienes están afligidos por la desdicha”.
Esto es una clara y preciosa descripción de lo que significa que el hombre y la mujer son un “vestido” para el otro.
El Sura del Arropado continúa:
(1) ¡Oh tú que te arropas! (2) ¡Levántate y advierte! (3) Y a tu Señor engrandece. (4) Y tu vestido purifícalo. (5) De lo abominable aléjate. (6) No des esperando recibir más. (7) Y sé constante con tu Señor.
Estas ayats resumen de forma sucinta lo que se espera de nosotros, como seres humanos, seamos hombre o mujer. El primero versículo dice: “¡Oh tú que te arropas!”. Tú, que ante la fuerza, el poder y la majestad de la Revelación necesitas recogerte en ti mismo. La Revelación, el Corán, ha sido completado y es el último de los Mensajes enviados a la humanidad a través del Profeta Muhammad, que la paz sea con él. Sin embargo, el momento de experimentar la realidad de nuestra existencia circunstancial, de ser conscientes de la Realidad última de la vida, es algo por lo que todos hemos de pasar en algún momento de nuestra vida. Y es en ese momento cuando necesitaremos alguien que nos arrope, que nos cubra, que nos ayude a recogernos. Alguien que en un momento de una situación cercana a la locura nos recuerde quiénes somos y junto a quién podamos poner en práctica los versículos que siguen: (2) ¡Levántate y advierte! (3) Y a tu Señor engrandece. (4) Y tu vestido purifícalo. (5) De lo abominable aléjate. (6) No des esperando recibir más. (7) Y sé constante con tu Señor.
Esto es lo más noble en lo que el hombre y la mujer pueden colaborar. Ponerse uno junto al otro y declarar la verdad; reconocer, engrandecer y adorar a su Señor; ayudarse mutuamente en la purificación de lo interno y lo externo; protegerse uno al otro de lo abominable, de lo bajo y lo vulgar y ser generosos el uno con el otro y con los demás, sin esperar nada a cambio.
Esto es parte de a lo que se refiere el famoso Hadiz que dice:
“A quien Allah provee de una esposa recta, Allah le ha ayudado con la mitad de su Din, y que tenga temor de Allah respecto la otra mitad”. (Al-Mu’jam al-Awsaṭ 992)
Esto es así tanto para el hombre como para la mujer.
Este Hadiz a menudo se interpreta haciendo referencia a las cualidades necesarias para hacer que un matrimonio funcione: el coraje, la generosidad, la misericordia, la paciencia o el cubrir las faltas del otro. No hay duda de que todas estas cualidades son necesarias para hacer que un matrimonio perdure y florezca. Pero podemos reflexionar sobre este Hadiz de una forma que no niega esto, sino que lo complementa.
En otro Hadiz el Profeta, que la paz sea con él, dice:
«El creyente es un espejo de su hermano creyente«. (Adab al Mufrad)
En primer lugar y por encima de todo, nuestras mujeres o maridos son hermanas o hermanos en la creencia y, por lo tanto, como dice el Hadiz, un espejo en el que nos vemos reflejados a nosotros mismos. Aquello que vemos en el otro es la proyección de nuestra percepción de lo que el otro es, y, por lo tanto, un reflejo de nosotros mismos.
Cuanto más cerca colocamos un espejo de un objeto mayores parecen las imperfecciones, pero no hemos de olvidar que, en este caso, lo que estamos viendo es un reflejo de nosotros mismos y que esas imperfecciones son las propias de cada uno.
Necesitamos al otro para conocernos a nosotros mismos. El ser humano proyecta constantemente hacia afuera la idea de quién es él y qué es el mundo y es solo mediante el encuentro de su mirada con la mirada del otro que se la devuelve, que puede ser consciente de sus circunstancias.
La vida es el constante encuentro con lo otro, todo aquello que no somos nosotros es otro que yo, y mediante este encuentro nos vamos descubriendo a nosotros mismos. El ser humano aislado, sin contacto con el otro, no puede conocerse a si mismo. Este encuentro con lo otro crea en el ser humano la percepción de separación; él es una realidad diferenciada de resto de la creación, forma parte de ella, pero es diferente. Esta percepción externa de separación es lo que da lugar a las diferencias y por lo que se requiere la Sharia.
La creación es la manifestación del poder y la voluntad de Allah en millones de formas diferente que nos indican todas ellas al Creador. Pero el ser humano reconoce en sí mismo una cualidad diferente al resto de la creación, una cualidad que reconoce en sí mismo y que reconoce en sus iguales.
Y cuando se pone frente a otro ser humano del sexo opuesto, que reconoce diferente es su forma externa pero igual en su forma interna, puede empezar a experimentar la vivencia de la unidad subyacente en la manifestación de las diferencias.
Allah ha hecho la creación en una dualidad dinámica complementaria. Dice el Corán:
Y hemos creado dos parejas de cada cosa para que tal vez reflexionarais. (51:49)
Y en un Hadiz transmitido por nuestra madre Aisha, que Allah la tenga en su misericordia, el Profeta, que la paz sea con él, dice:
Las mujeres son homólogas de los hombres. (Sunan al-Tirmidhī 113)
Esta dualidad la encontramos en todo lo que observamos. Lo finito y lo atemporal; lo material y lo espiritual; lo determinado y lo indeterminado. Y en el ser humano esta dualidad se reúne; una parte de su realidad es finita y la otra la percibe como atemporal, es material y espiritual, determinado e indeterminado. Los opuestos se reúnen en el ser humano y producen el un nuevo espacio: el lugar de encuentro entre estas dos realidades.
El ser humano se siente realizado cuando es consciente de esta realidad; y a la misma vez esta realización necesita de la unión con su homólogo opuesto para completarse, puesto que no hay nada en la creación que sea perfecto ni completo en si mismo, excepto Allah. Y busca la unión con su homólogo opuesto, ya sea el hombre con la mujer o la mujer con el hombre, y cuando se da la unión entre estas dos partes de la dualidad, el ser humano se libera y en ese momento de liberación, en lo que puede ser un último acto de abandono externo de si mismo, nace una nueva vida. A la unión sigue la necesaria separación. Sin separación no puede haber unión y la separación solo se puede dar tras la unión.
Esto solo es posible cuando tanto el hombre como la mujer son cada uno una unidad en si mismos, una expresión única de la manifestación de su esencia dual.
En este sentido el Hadiz que hemos mencionado dice que a quien Allah le da un cónyuge recto le ha dado la mitad del Din. Es decir, ha puesto junto a él o ella la posibilidad de la mitad del entendimiento de realidad, la mitad que necesitará para que, una vez realizada su potencialidad separada, pueda experimentar la unión de la dualidad. Y continúa el Hadiz: “así pues, que tenga temor de Allah respecto a la otra mitad”. Porque es solo a través de la Taqwa, la consciencia reverencial imbuida de temor de Allah, que el ser humano puede realizarse y alcanzar el conocimiento. Dice Allah en el Corán
Y temed a Allah, y Allah os enseñará. Allah es Conocedor de cada cosa. (2:282)
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Dijo el Mensajero de Allah:
No hay nada como el matrimonio para dos que se aman. (Ibn Majah)
Como hemos dicho en la primera parte del Jutba, la naturaleza de la manifestación de la creación es dualidad dinámica. Toda esencia necesita una forma y toda forma es la manifestación de una esencia. El matrimonio es la forma más perfecta, la forma Revelada por Allah, para posibilitar que se de el encuentro auténtico entre el hombre y la mujer -la esencia-, y una vez esto se ha dado, quede protegido por la forma.
Cuando no hay una forma clara la esencia se dispersa, se diluye, se mezcla y degrada hasta desaparecer su fragancia. Cuando la forma no es una expresión de la esencia es una forma vacía, rígida y sin vida.
En la unión entre un hombre y una mujer la forma externa es una para todos: el matrimonio. Pero la esencia es infinitamente diversa y depende de la alquimia que se de entre el carácter de quienes la componen. No hay una esencia única para todos, esto sería una imposibilidad además de una crueldad, puesto que sería reducir, simplificar y estandarizar la experiencia humana a un mismo modelo.
La estandarización de forma permite centrarse en lo importante, que es la composición de la esencia, teniendo la tranquilidad de que mantener la forma garantiza un receptáculo seguro para lo que estamos creando. Pero cuando la atención se centra en la forma -en los derechos, deberes y obligaciones- y se pierde de vista la esencia, esta se vuelve restrictiva, estrecha y pesada.
En un dicho de Imam Malik encontramos:
Quien se aplica a la jurisprudencia sin aplicarse a la ciencia del corazón se habrá corrompido. Y quien se aplique a la ciencia del corazón sin aplicar la jurisprudencia, habrá caído en la herejía. Y quién une ambos habrá encontrado la verdad. (Ali al-Adawi, vol. 2, p. 195)
En este dicho Imam Malik nos muestra las consecuencias de no tener en cuenta la esencia y la forma sabiendo que cada una tiene su lugar y merece su reconocimiento.
En un famoso Hadiz, el Profeta, que la paz se con él, dice:
Casaros con una mujer por una de estas cuatro razones: su riqueza, su linaje, su belleza y su Din. Y elegid quien tiene el Din, o seréis de los perdedores. (Sahih al-Bukhari 5090)
Esto es aplicable tanto al hombre como a la mujer. Cuando el Profeta, que la paz sea con él, menciona estas razones, está mencionando, de forma sintetizada, las posibilidades por las que un hombre o una mujer pueden sentir atraídos el uno por el otro. Tres de ellas son materiales, externas, y la cuarta es interna y espiritual. Y nos dice que, si queremos tener un matrimonio con éxito, donde forma y esencia tengan realidad y coherencia, elijamos el Din. Tampoco está de más mencionar que, en el lenguaje del Hadiz y el Corán, cuando se habla de éxito o fracaso, se refiere tanto al éxito de esta vida como de la próxima.
Hay dos puntos que me gustaría mencionar sobre este Hadiz.
“Elegid el Din” a menudo se traduce como “Elegid la religión” y se le da el significado de “a la persona religiosa”. Pero este es un concepto restringido y sesgado de lo que es el Din. El Din implica el entendimiento de una persona sobre si mismo, la creación y su lugar y propósito en ella. Es evidente que de esto se desprende una manera de actuar y conducirse en la relación del individuo consigo mismo, con los demás y con la creación, pero esa forma de conducirse no se limita a los momentos en lo que cumple con sus actos de adoración, incluso aunque estos sean muy numerosos, o la apariencia externa, sino que se observa -y quizás de forma más pertinente- en la forma en la que se conduce en todos sus actos y comportamientos. Es evidente que cuando dos personas con una cosmovisión similar -independientemente de cuál se esta-, una forma de entenderse a si mismos, sus circunstancias y lo que han de hacer, emprenden una tarea en común, hay muchas más probabilidades de que esta prospere. Así pues, en el matrimonio, que es una continua tarea en común, esto cobra una importancia primordial.
El segundo punto que podemos resaltar de este Hadiz es que no hay una única razón por la que elegir una cónyuge. El Hadiz implica una jerarquía en la valoración de estas razones, que por otro lado no son excluyente entre sí, y pone el Din como la de más peso y la que nos dará éxito, pero no niega las otras. Una de las razones de esto es que la experiencia humana y las circunstancias particulares pueden ser muchas y variadas y necesitar de respuestas diferentes. Lo que sí implica es que hemos de ser conscientes de por qué decidimos una razón sobre otra y cuál es nuestra intención cuando elegimos a alguien para emprender esta empresa.
La intención requiere de sinceridad con uno mismo, de ser honestos sobre la razón por la que estamos eligiendo una posibilidad entre otras y sobre qué esperamos de esta unión. Cuando esta sinceridad y honestidad no están presentes lo que encontramos es que el resultado de nuestra acción no se corresponde con lo que esperábamos obtener.
Esta sinceridad con uno mismo y con nuestras circunstancias no es tarea fácil porque implica el conocimiento propio y saber leer la situación en la que nos encontramos, pero es esencial no solo para el matrimonio, sino para toda tarea que emprendemos. Y la vida es una constante elección de una posibilidad entre otras y un constante cambio de nosotros y nuestras circunstancias que hacen que tengamos que estar en constante redescubrimiento de quién somos.
Esta tarea, conocerse a uno mismo, es, al fin y al cabo, para lo que hemos sido creados. Puesto que el conocimiento real de uno mismo lleva al conocimiento de nuestro Señor y este a Su adoración.
Y el conocimiento -que no la información- es un don de Allah a aquellos que tienen Taqwa. Como hemos mencionado antes:
Dice Allah en el Corán
Y temed a Allah, y Allah os enseñará. Allah es Conocedor de cada cosa. (2:282)
Oh Allah te pedimos que nos hagas ser gente de Taqwa, y que por este nos des conocimiento y el conocimiento nos haga ser gente de sinceridad.
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